Domingo: un tiempo para las Historias, los Mitos y las Leyendas (5)

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¡¡Hola!!

Las historias entretienen a niños y adultos desde que las familias y las comunidades han existido en el mundo… Al escribir acerca de su niñez en Palo Santo (Formosa), Catalina Raquel Echeverría, comparte una de sus vivencias infantiles acontecida en alguna de las tardes calurosas de marzo, en el Barrio San Francisco…

La autora de “Chiquilladas o Cosas de Mitaí” es  Maestra de Grado desde 1990, ejerce en la escuela 35 de Palo Santo y está a cargo del 5° grado del turno mañana. Actualmente vive en el barrio “Los Cocos”, de esa localidad.

A través de la historia que vamos a leer puede entenderse fácilmente que, lo más importante al contar un cuento es el hecho de que la historia no termina con la palabra FIN… Al suceder esto, el relato puede prolongarse en los diálogos que se suscitan a partir de él… Entonces las nenas y los nenes, sin darse cuenta, empiezan a relacionar los hechos relatados con su vida cotidiana, con su realidad inmediata y con sus propias experiencias. Ese diálogo lleva a la reflexión, al pensamiento profundo y al juicio crítico. Es un proceso que nace en el interior de cada persona y aflora a través de la expresión oral.

Cuando te encuentres narrando la vivencia  de Catalina, no te incomodes si los niños y niñas interrumpen de vez en cuando; pronto se acostumbrarán a no hacerlo si saben que tendrán la oportunidad de expresarse libremente al finalizar la historia. Lo importante es permitirles decir lo que sienten y no inducirlos o inducirlas a las respuestas deseadas por el adulto…

“Chiquilladas o Cosas de Mitaí” es un cuento que apenas tiene nueve párrafos, es cortito y  entonces, el desafío consiste en dejar hablar a los chicos y a las chicas, recoger sus preguntas y sus respuestas y también las reflexiones y los comentarios que hagan. Tal vez te preguntes: ¿cuánto puede prolongarse el tiempo posterior a la lectura? El que sea necesario… Pero las cuestiones más profundas que debes hacerte  son: ¿qué podemos aprender-enseñar de la historia? ¿Qué podemos aprender de los niños y niñas que están trabajando este cuento?
Vos que sos docente sabés que un texto dice muchas cosas más allá de las palabras escritas o habladas… Y sabés también que los niños y las niñas tienen la habilidad de descubrir estos significados ocultos. Ellos pueden interrogar al texto en lo que no está expresado con palabras, pero que sin embargo está implícito. Sólo se trata de convertirnos nosotros en verdaderos posibilitadores para que esto suceda… Hacé la prueba y vas a ver que esta experiencia, seguramente,  será la mejor «receta» para continuar trabajando de la mano de la literatura infantil.

Ahora bien, es posible que al escuchar a los nenes y a las nenas nos sorprenda descubrir que se pueden establecer paralelos con otros juegos que ellos practican en la actualidad… ¡¡Aprovechá esto!! , guiálos para que puedan encontrar los puntos en común entre esos juegos y también sus diferencias. Y probablemente, también puedas llevarlos paulatinamente hacia el plano personal, para que cada uno pueda expresar verbalmente (si nos niñas, por ejemplo) qué sienten cuando los varones no dejan que jueguen con ellos a ciertos juegos que dicen ellos que sólo son de varones… Si jugar a la pelota es sólo cosa de niños o si sólo pueden jugar a las bolitas ellos… Qué juegos pueden compartir juntos, por qué si, por qué no…

Quizá  también puedan vivenciar, y ver con mayor claridad, los desafíos que implica llegar a una meta, jugar en equipo para conseguir un óptimo resultado que beneficie al conjunto, respetar reglas, etc.

Estas y muchas temáticas que ni siquiera te planteaste en el momento de la planificación (y está bueno que así suceda) seguramente acontecerán una vez que estés practicando el «cuento-debate» que, por otra parte,  entrenará a los alumnos y alumnas en la escucha atenta porque ellos mismos se sentirán escuchados… No sólo aprenderán a escuchar a la maestra, sino a escuchar al otro, a respetar el turno para hablar sin interrumpir y, en definitiva, a dialogar (base fundamental en la formación de  personas democráticas).

Es éste un cuento que plantea interrogantes y, por lo tanto, invita a buscar respuestas imaginativas que desarrollarán la creatividad y que provocarán nuevas preguntas, dudas y más propuestas. En definitiva, un juego que puede sobrevivir al cuento durante mucho tiempo.

Lo real y cotidiano además, permite a los chicos y a las chicas identificarse con la protagonista: una niña normal que es querida por su entorno no por lo que hace, sino por lo que es y, sobre todo, por ser «Catalina, una niña como todas», juguetona, alegre, un poco caprichosa, intrépida. Una niña que crece con la naturaleza, en una comunidad donde las travesuras se resuelven acompañadas por el cariño de los adultos significantes, lo que le permite aprender y desarrollarse plenamente…

En síntesis, es éste un cuento cíclico, que puede ser narrado o leído en cualquier época del año y que pone a los chicos y a las chicas, además, en contacto con la naturaleza: cómo es la siesta del mes de marzo en Formosa, qué animalitos salen a esa hora, qué diferencia hay entre cotorras y pajaritos, qué aspecto tenía ese gran algarrobo, cómo un algarrobo puede convertirse en gallinero por las noches… También es posible que luego de finalizada la lectura no surjan comentarios en forma inmediata. Tampoco es necesario presionar para que aparezcan porque entonces, quienes escucharon, pueden sentir que detrás del cuento se esconde la exigencia del trabajo y este sentimiento negativo los alejará de la actividad… Por eso es necesario (que de suceder esto) tengas paciencia y confíes en la memoria de tus alumnos y alumnas… Seguramente, en unos cuantos días aparecerán situaciones de observación donde podés sugerir: «¿recuerdan el cuento de Chiquilladas o cosas de Mitaí?”, junto a otras preguntas que obligarán a mirar, a ver y, sobre todo, a reflexionar y a relacionar el cuento con la realidad. Descubrir como nuevo aquello que de tan repetido, habían dejado de percibir… Entonces es como que el mundo se convierte para los niños en una eterna caja de sorpresas (y si esto se logra, si esto sucede, ¡¡es maravilloso!!). El mismo árbol  del cuento, así como los árboles que miran los niños y niñas en la escuela, cerca de sus casas, en la calle, plazas, etc. cambian constantemente sin que nos demos cuenta: hoy están llenos de hojas verdes y tienen una ramita nueva y, pasan los días, las hojas cambian de color, caen y el árbol queda desnudo, pero si sabemos mirar pronto veremos los brotes nuevos y… florece…

Para finalizar, hoy te traigo una “historia verdadera” (como decía mi hija cuando era chiquita y su papá le contaba cosas de su infancia) para que vos, docente, descubras con tus alumnos y alumnas todos los significados que encierra y puedan disfrutarlo juntos, porque un cuento, debe ser siempre, y ante todo, una hermosa aventura para enseñar-aprender.

Lo cuelgo aquí abajo… ¡¡Que lo disfrutes!!  Sarita


Cuento: «»Chiquilladas o Cosas de Mitaí»

Por: Catalina Raquel Echeverría

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Aquella tarde de marzo no sería diferente a otras tardes en el Barrio San Francisco de Palo Santo. Los mayores aún no volvían de sus trabajos: don Silvio Riveros en el aserradero, don Papi Noceda hacía trabajos como albañil, Tito Benítez en la panadería de Don Juárez y mis hermanas mayores, en un almacén de los más importantes.

Como cada día, a la hora de la siesta -tarde, los niños del barrio nos juntábamos bajo un gran algarrobo del patio de mi casa, uno que hacía de gallinero por las noches. A su sombra jugábamos al futbol con una pelota improvisada con bolsitas y papeles envueltos en una media, a las bolitas o a hondear cotorras y pajaritos que se albergaban en el montecito del fondo del terreno. Por ser la menor del grupo, y la hermanita del grandote que con sus nueve añitos ya pesaba unos cuántos kilos y medía como 1,50; era la nena mala, pero la más consentida por todo el grupo.

Se había dejado ya la pelota y todos fueron a buscar sus frasquitos con bolitas. Lucas, lanzó la apuesta: juguemos a la “de-veras”, no quiero jugar a la “guaú”. Todos aceptaron la propuesta, lo que implicaba que yo no jugaría. Hicieron el “Piris”, la raya y comenzaron a cantar: primera, segunda y así…. Mientras yo hacía garabatos con un pedazo de alambre en el suelo, dando patadas a cada bolita que pasaba por mi lado.

Ya había recibido varias advertencias: “la próxima ligás”.

Sari y Azucena me invitaban a jugar a la casita o al almacén, pero ese día –más caprichosa que nunca- quería jugar a las bolitas con los varones. De tanto en tanto, doña Olga, la madre de Sari y Lucas, nos echaba una ojeada y expresaba un “no peleen”.

Aburrida de rayar el suelo, me levanté y haciendo un molinete con el alambre, lo hacía girar en una mano. En uno de esos giros, el alambre se escapó de mi mano, y fue a dar en el cable del tendido eléctrico, haciendo un cortocircuito, chispas y más chispas hasta que cayó al suelo.

Cada uno corrió para su casa con cara de “yo no fui”, olvidando las paraguayitas, cristalinas y chiquilinas en el Piris. Los más grandecitos, se asomaron temerosos y decidieron de una corrida avisar en la usina, que no quedaba más de cinco cuadras cortando por el caminito de las vías, antes que lleguen los mayores del trabajo.

Al rato, don Ortiz y su ayudante, llegaban con su gran escalera y unos guantes extraños para arreglar el desperfecto. En ese momento, don Silvio, el primero en llegar, doblaba la esquina con su vieja y flaca bicicleta azul, finalizando la jornada de trabajo en el aserradero, trayendo una pequeña carga de varillas de madera en el portaequipajes, atada con un viejo cinto.

Don Ortíz, el empleado de AyE, muy enojado, bajó de la escalera, se le paró al frente cortándole el paso, para ponerlo al tanto de lo que había ocurrido: “cortaron el cable con este alambre”- le dijo; “merecen una buena cintareada”.

Don Silvio recostó su bicicleta en el alambrado y comenzó a bajar su carga de madera, desatando el viejo cinto y arrollándolo en su mano derecha, lanzándonos un frío: “adentro!”, mientras los mirábamos asustados pensando en el castigo que se venía. Don Ortiz y su ayudante, se acercaron como para ser testigos de la paliza que nos merecíamos (me merecía, en realidad) por la travesura, pero don Silvio con una sonrisa de lado y con su apacible voz, le dijo: -ya está, amigo, no pasó nada, son cosas de mitaí.

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