Paula Guitelman en “La infancia en dictadura” expresa: “La función de la censura es contribuir –con tijera, fuego y sangre– a la creación de un orden nuevo. La última dictadura cívico-militar se propuso instalar valores cristianos, occidentales, con una marcada mirada biologicista sobre la sexualidad, la adolescencia, la juventud y el amor. Entre los –varios– frentes de ataque planteados, sus hacedores consideraron fundamental actuar sobre el ámbito cultural, articulando la desaparición de cuerpos con la supresión sistemática de símbolos, imaginarios, fantasías y tradiciones…”
Como se ha expresado en artículos anteriores, la censura cayó tanto sobre prácticas individuales y colectivas (editoriales, bibliotecas, librerías, etc.), como en los lenguajes infantiles y juveniles, que debían ser uniformes, sin regionalismos ni connotaciones sociales. Según Pesclevi “…se buscó silenciar distintos proyectos societarios, manifestaciones de la disidencia, expresiones libertarias, formas de emancipación alternativas a prácticas ortodoxas; en definitiva, la penetración ideológica. Había que silenciar a los infiltrados, militantes de organizaciones de base y trabajo barrial, unidades básicas. Había que clausurar la inmoralidad en el lenguaje, la inmoralidad sexual, los cabecitas negras, los jóvenes, los agitadores; los melenudos, los cuerpos deseantes”.
En la nota anterior expuse dos de las obras infantiles prohibidas: “Un elefante ocupa mucho espacio” de Elsa Bornemann y “La torre de Cubos” de Laura Devetach… En esta entrega presento las siguientes:
a) «El Pueblo que no quería ser gris» de Beatriz Doumerc
En este cuento, la gente se opone a la decisión del rey de pintar todas las casas de un mismo color y empieza a teñirlas de rojo, azul y blanco… ¿Lo leemos?
“Había una vez un rey grande, en un país chiquito.
En el país chiquito vivían hombres, mujeres y niños.
Pero el rey nunca hablaba con ellos, solamente les ordenaba.
Y como no hablaba con ellos, no sabía lo que querían, y lo que no querían; y si por casualidad alguna vez lo sabía, no le interesaba.
El rey grande del país chiquito, ordenaba, solamente ordenaba; ordenaba esto, aquello y lo de más allá, que hablaran o que no hablaran, que hicieran así o que hiciera asá.
Tantas órdenes dio, que un día no tuvo más cosas que ordenar.
Entonces se encerró en su castillo y pensó, y pensó, hasta que decidió:
‘Ordenaré que todos pinten sus casas de gris’.
Y todos pintaron sus casas de gris.
Todos menos uno; uno que estaba sentado mirando el cielo, y vio pasar una paloma roja, azul y blanca.
‘¡Oh! ¡Qué linda!’ dijo maravillado, ‘Pintaré mi casa de rojo, azul y blanco’.
Y la pintó nomás.
Cuando el rey miró desde su torre y vio entre las casas grises una roja, azul y blanca, se cayó de espaldas una vez, pero en seguida se levantó y ordenó a sus guardias:
-¡Traigan inmediatamente a uno que pintó su casa de rojo, azul y blanco!
Los guardias aprontaron sus ojos para verlo todo, sus orejas para oír mejor y marcharon.
Pero mientras llegaban a la casa de “uno”, otro, que vivía en la casa vecina dijo:
‘Qué linda casa; yo también pintaré la mía así’.
Y la pintó nomás.
Entonces cuando los guardias llegaron, no supieron cuál era la casa de uno y cual la casa de otro, así que regresaron al castillo y hablaron con el rey.
-¡No puede ser!- dijo el rey, y miró desde la torre.
Al ver lo que vio se cayó de espaldas dos veces, pero enseguida se levantó. Y ordenó a sus guardias:
-¡Me traen a uno y a otro, inmediatamente!
Pero ya un tercero había visto las dos casas de rojo, azul y blanco y en un instante pintó la suya.
Los guardias no tuvieron más remedio que regresar y preguntarle al rey:
-¿Qué hacemos, traemos a uno, a otro y a otro?
Entonces el rey se cayó de espaldas tres veces, y los guardias tuvieron que ayudarlo a levantarse.
-¡Traen a los tres!- dijo en cuanto estuvo levantado.
Pero cuando los guardias bajaron, no había tres casas pintadas.
Había 333.333
-Bueno- dijeron los guardias cuando terminaron de contarlas -se lo diremos al rey.
Y el rey se cayó de espaldas una vez, dos, cuatro, ocho, dieciséis, treinta y dos, sesenta y cuatro y ciento veintiocho veces.
Mientras se caía y se lo levantaban, el rey ordenaba.
-¡Que me traigan todo lo que sea rojo, azul y blanco!
Los guardias bajaron ligerito.
En la ciudad había 333.333 casas rojas, azules y blancas, y las aceras en rojo, azul y blanco, y los perros metían las colas en los tachos de pintura y luego se sacudían al lado de los árboles, los jinetes con sus ropas recién pintadas subían a los caballos y los caballos al galopar dejaban los caminos pintados; y las palomas mojaban sus patitas en los charcos de pintura que brillaban al sol, luego volaban a los palomares, y los palomares pintaban las alas de las palomas así que cuando éstas volaban por el cielo parecían barriletes de colores; y todos los miraban y se sentían muy contentos.
Todo era rojo, azul y blanco.
Todo menos el rey, sus guardias y el castillo.
¡Todo aquel que sea rojo, azul y blanco debe marchar inmediatamente al castillo! ¡El rey lo ordena! –dijeron los guardias.
Y todos, hombres, mujeres, niños, ancianos, caballos, perros y pájaros, gatos y palomas, todos los que podían marchar, llegaron al castillo.
Eran tantos, tantos, y estaban tan entusiasmados, que al momento el castillo, las murallas, los fosos, los estandartes, las banderas, quedaron de color rojo, azul y blanco.
Y los guardias también.
Entonces el rey se cayó de espaldas una sola vez, pero tan fuerte que no se levantó más.
El rey de la comarca vecina, al mirar desde lo alto de su torre dijo:
-Algo ha sucedido, el rey del país chiquito ha cambiado el color de sus estandartes, enviaré a mis emisarios, para que averigüen lo que ha sucedido.
-¿Qué ha sucedido?, ¿qué ha sucedido? –preguntaron los emisarios, cuando estuvieron en presencia del rey.
Pero el rey grande del país chiquito estaba tan caído, que ni siquiera podía contestar.
Entonces “uno” dijo:
-Resulta que yo estaba en la puerta de mi casa, tomando el fresco, mirando el cielo, y vi pasar una paloma roja, azul y blanca, y entonces… y siguió contando todo lo que había sucedido.
-Pondremos sobre aviso a nuestro rey, -dijeron los emisarios del país vecino, no vaya a ser que le pase lo mismo.
Y marcharon al galope.
Claro, que los caballos llevaban ya sus patas pintadas y mientras galopaban, pintaban los caminos de rojo, azul y blanco…
Pero fueron las palomas, las que primero llegaron a la comarca del rey vecino.
Y uno que estaba sentado en la puerta de su casa tomando el fresco, las vio y dijo:
-¡Oh! ¡Qué lindo!, pintaré mi casa de rojo, azul y blanco.
Y la pintó nomás, y… como pueden ustedes imaginar este cuento que acá termina por otro lado vuelve a empezar”
b) “La Ultrabomba” de Mario Lodi
El texto del cuento gira en torno a un piloto que se niega a cumplir la orden de arrojar una bomba. Cuenta la historia de un rey que abusa de poder, que no tiene en cuenta el lugar del otro, que no respeta los derechos del pueblo, un pueblo que a la vez se opone y se une para derrocar a las jerarquías. Leámoslo:
“En su fábrica patrón Palanca hacía bebidas con los residuos del petróleo. Pero nadie compraba esas bebidas porque eran negras y hacían venir dolor de barriga.
Entonces inventó una linda publicidad para convencer a la gente.
‘Una bebida de Rey para la mamá, el papá y para vos.’
Todos la bebían…
Y él se hizo rico, muy rico, casi como el rey.
Los ricos son siempre amigos de los reyes y también patrón Palanca se hizo amigo.
Una noche fue a cenar a su castillo y le dijo: ‘¡Hagamos una gran guerra! Yo te construiré la ultrabomba y vos me darás cien ultramillones. Yo seré el más rico del mundo y vos el rey de toda la tierra’.
‘Bien’, dijo el rey. ‘Pero ¿cómo hacemos para convencer a la gente que haga la guerra por nosotros?’.
‘Me encargo yo’, dijo patrón Palanca. Se hizo jefe de la televisión e hizo un noticiero lindo como la publicidad y todas las noches decía:
‘Es lindo combatir y morir por mí y por el rey’.
Y la gente creía en sus palabras mentirosas como bebía sus bebidas negras.
Mientras tanto patrón Palanca en su ultrafábrica nueva construía la ultrabomba, los aviones, los tanques, los fusiles, y todo lo que se necesitaba para hacer la gran guerra. Y le vendió todo al rey por cien ultramillones.
El día de la guerra la gente, en la plaza, miraba en la pantalla de TV al rey y al general Palanca. El general decía: ‘La guerra ha comenzado. Dentro de poco verán al avión que desengancha la ultrabomba sobre el enemigo que no sabe nada. Nosotros somos los más fuertes y venceremos. Viva yo y viva el rey.’
El avión había llegado sobre la ciudad más grande del mundo. El general ordenó: ‘¡Tirá la ultrabomba!’.
El piloto miró hacia abajo y vio los chicos que jugaban. Y pensó: ‘¡Si desengancho los mato!’.
Y volaba, volaba sobre la ciudad que brillaba al sol. Y no obedecía.
—¡Tirá la ultrabomba sobre el enemigo! —gritó el rey enojado.
El piloto volaba y decía:
—Sólo veo chicos y gente que trabaja… el enemigo no lo veo… el enemigo no está.
El rey y el general gritaron:
—¡Son ellos el enemigo! Desenganchá y destruilos.
Pero el pueblo y los soldados gritaron todos juntos:
—¡NO!
Gritaron tan fuerte que el piloto los escuchó. Entonces regresó, voló sobre el castillo y le dijo al rey:
—¡La bomba te la tiro a vos!
El rey y el general escaparon, y desde ese día comenzó otra historia. En toda la tierra, una historia sin guerra”.
“El Pueblo que no quería ser Gris” y “La Ultrabomba” fueron prohibidos por el decreto N° 1888, del 3 de septiembre de 1976.
c) “Cinco Dedos” (Colectivo Libros para Niños de Berlín. Editorial de La Flor. Buenos Aires, 1975)
Publicado en nuestro país por Ediciones de la Flor, el cuento fue prohibido el 8 de febrero de 1977, según la fecha del Boletín Oficial, por tener «…finalidad de adoctrinamiento que resulta preparatoria a la tarea de captación ideológica, propia del accionar subversivo…» (decreto 269/77).
La orden de censura fue transmitida por radio y, poco después, un decreto disponía el arresto de los editores Daniel Divinsky y Kuki Miler, que estuvieron 127 días detenidos a disposición del Poder Ejecutivo.
Es fácil imaginar los motivos por los cuales decidieron censurarlo: se trata de una mano roja contra una mano verde. Allí donde aparecía el rojo aparecía el alerta de los militares. Al principio los cinco dedos de la mano roja se llevan muy mal, se criticaban, se hacían la vida imposible. Hasta que vienen los cinco dedos de la mano verde y los maltratan. Les pegan, los persiguen y pretenden que el resto haga todo lo que ellos desean. Los dedos rojos se unen para hacerle frente a la mano verde. Se dan cuenta de que juntos se pueden ayudar y luchar contra los otros. Y así los vencen. “Cinco dedos bien unidos… hacen un buen puño”, es el texto que forma parte de tapa y contratapa de este libro.
¡¡Qué época vivió nuestro país!! Textos que se podían leer y otros que había que tirar, destruir…
Creo (en el sentido de estar convencida) que nuestro tiempo, el de hoy, el de la democracia, es una oportunidad para que los educadores y educadoras recuperemos el legado de esos autores y autoras que se animaron a cambiar la literatura infantil creando historias inquietantes, que estimulaban el crecimiento de los lectores y lectoras, que les planteaban interrogantes, que les exigían ser activos, activas, curiosos, curiosas…
Creo también que el hoy de mi país, de tu país, de nuestro país, es un tiempo para recordar, para reflexionar que todo libro no es sinónimo de literatura, porque circulan muchos textos que responden a las exigencias del mercado, son libros que seguramente sí contarían con los requisitos para pasar los filtros de aquellos censores de 1976…
Coincido plenamente con Ana María Machado cuando expresa que “…Todo ciudadano tiene derecho a poder acceder a la literatura y descubrir y compartir una herencia humana común. El placer de leer no significa solamente encontrar divertida una historia o seguir las peripecias de una trama atractiva y fácil; además de los placeres sensoriales que compartimos con otras especies, existe un placer puramente humano: el de descifrar, argumentar, razonar, cuestionar, en fin, unir y confrontar ideas diversas. Y la literatura es una de las mejores maneras de encaminarnos hacia ese territorio de refinados placeres. Una democracia no es digna de tal nombre si no logra proporcionar a todos el acceso a la lectura de literatura”.
Si estás de acuerdo con lo que acabo de exponer, qué te parece si trabajamos estos cuentos con los chicos y chicas de la escuela, con los futuros docentes, con nuestros compañeros y compañeras de tareas cotidianas… Reivindiquemos el lugar de la fantasía, con narraciones que se desarrollen en lugares cercanos a los chicos y chicas como las vivencias en las provincias de Devetach o los barrios de Montes. De esta manera podremos efectuar una relación especial entre ficción y lugares habituales, entre la historia contada y figuras coloquiales. Trabajemos cuentos con un lenguaje cercano, menos neutro y más propio, más vital.
Estaba pensando que mañana aquí, en TU PORTAL, podríamos (vos y yo) intentar delinear algunas actividades que nos pueden ayudar a desarrollar lo expresado más arriba y continuar el camino de la docencia progresista para trabajar en pos de un nosotros integrado, solidario y responsable.
Queda planteada entonces, la temática del próximo artículo ¿te parece? Entonces nos encontramos mañana para desarrollarla ¡¡Hasta entonces!! Sarita
Textos de apoyo para este artículo en:
http://www.imaginaria.com.ar/04/8/prohibidos.htm