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Domingo: Un tiempo para las Historias, los Mitos y las Leyendas…

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¡¡Hola!!

Hoy queda inaugurado el Espacio  “Un tiempo para las historias, los mitos y las leyendas” con la publicación del cuento: “El tren, las vías y el tío Sargento” que pertenece al libro: “Mi historia: relatos de recuerdos, imaginación y amor”, autobiográfico, escrito por Horacia Echeverría.

Conozcamos un poco más sobre la autora… Nació en Palo santo (Formosa), es Profesora para la Enseñanza Primaria y Licenciada en Gestión Educativa. Se ha desempeñado como Maestra de Grado  (desde 1986) en las escuelas Nº 434 y Nº380 “Docentes Argentinos” de la provincia, alcanzando el cargo de Vicedirectora.

Desde 1994 hasta 1997 trabajó en la Escuela Marina Vilte de CTERA con el Equipo de Capacitación Sindical. Integró la Comisión Directiva de ADF ocupando, alternadamente, las Secretarías de Finanzas y de Rama de Educación Primaria. Actualmente lleva adelante la Secretaría de Educación del sindicato.

En 1989 ganó el Primer Premio del Concurso de poemas organizado por la Dirección de Cultura de Formosa, con el Poema: “Canto a mi Pueblo”.

Integrante de diversos equipos para el trabajo social y político, sus narraciones constituyen pequeñas descripciones en prosa de escenarios domésticos. En ellos, Horacia escenifica distintas metáforas de lo sutil y de la belleza casi invisible de lo cotidiano…

¿Sabés?, cuando empezás a leer estos cuentos, aunque no se oyen los ruidos del tren, los pasos de los personajes, los relojes, incluso los muebles de la casa, todos ellos tienen su lenguaje: suspiran, susurran sus anhelos, manifiestan sus inquietudes…

 En fin, aquí encontrarás narraciones de la vida diaria, vida que se muestra en ideas, expresiones entrañables, guiños de ternura y, de cuando en cuando, se deja traslucir la añoranza a una de las etapas más recordadas por nosotros y nosotras, las personas: el período de la niñez…

Me parece valioso expresar que estos cuentos pueden ser leídos porque sencillamente nos gusta leer cuentos o bien podemos aprovecharlos para trabajarlos en el aula, como disparadores de diferentes temáticas curriculares…

Siempre recuerdo cuando mi hija, de pequeña, esperaba ansiosa la hora del cuento y le decía a su papá: “Papá, contame otro cuento verdadero”… Y él se disponía a rememorar cosas de su niñez y la nena a escuchar cómo cantaban los pajaritos en el campo, cómo jugaban los niños con los osos hormigueros en los montes de Formosa, la picardía del zorro, los ruidos nocturnos desconocidos, el silbido del Pombero, las apariciones fantasmagóricas de la Pora… Historias que tiñen y son parte de la vida de nuestros campesinos, de las chacras y de los  montes formoseños… Esos cuentos también se convertían en excelentes medios de aprendizaje significativo para mi hija y aún hoy día (ya tiene veinticuatro años) permanecen intactos en su memoria…

Así que, sin más, te deseo que disfrutes y aproveches este hermoso regalo que nos trae, a partir de este domingo, Horacia… Vení, vamos a leer conmigo…. El cuento está acá abajo…      Sarita


Cuento: EL Tren, las Vías y el Tío Sargento

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Por: Horacia Echeverría

La casa de mi infancia quedaba frente al ferrocarril, a dos cuadras de la vieja estación de Palo Santo. Cuando pasábamos cerca de las vías, no podía evitar mirar concentrada hasta que  ellas se perdían de la vista, de un lado y del otro. Esas vías encerraban un misterio que soñaba descubrir y me despertaba gran curiosidad e imaginación saber qué había más allá, con qué me encontraría si un día soñado podía subir al vagón y partir.

La llegada del tren era el centro de atención y de mayor concentración de la gente del pueblo. Era el medio de transporte de pasajeros más frecuente, y no dependía del clima para llegar, como el colectivo, ya que el asfalto tardó en llegar a Palo Santo.

Había una línea identificada como “local” que iba de Formosa (Capital) hasta Las Lomitas, con una frecuencia de tres veces por semana. En esos vagones se trasladaban los almaceneros, forrajeros y verduleros en busca de  sus provisiones  a la capital. De tanto encontrarse en esos viajes, resultaron amigos, compadres y hasta se han formado parejas entre los comisionistas, comerciantes y los trabajadores ferroviarios.

Mi abuela tenía un hermano llamado Sixto Romero, un anciano al que llamábamos “tío Sargento”. Tenía un retraso mental moderado que lo condenó a ser, pensar y actuar como un niño eterno. Él mismo se había dado ese apodo y disfrutaba que lo llamaran así, porque aún en su mente infantil sentía un incondicional amor a su patria paraguaya y muchas veces divagaba con ser un soldado y haber alcanzado ese grado en la Guerra del Chaco[1].

La tarea diaria del Tío Sargento era cuidar de nosotros, y cuando llegaba el mediodía, llevar una olla con comida para papá a la chacra, que quedaba unos cuantos kilómetros del pueblo. Habían encontrado el modo de que llegue a ella sin perderse, yendo por las vías. Papá, mamá y mis hermanos mayores, le habían repetido hasta el cansancio que bajara de las vías si veía venir al tren, pero no dejaban de preocuparse porque además era algo sordo, de manera que no podría oír aún cuando le hicieran sonar la sirena.

Recuerdo que una tarde, estábamos preocupados por su tardanza, ya que siempre volvía en un mismo horario aunque no conocía ni usaba reloj, cuando lo vimos regresar, con sus alforjas llenas de naranjas y maníes para repartir entre los niños que cuidaba, y nos dijo en guaraní: “Qué lejos había sido que van las vías…. Me fui caminando por ella hasta “Los Matacos” (pueblo próximo a Palo Santo, distante unos 15 km) y la vía seguía y seguía y me tuve que volver!”. A pesar de que éramos niños, nos divirtió mucho su inocente descubrimiento. –

[1]La Guerra del Chaco, entre Paraguay y Bolivia, se libró desde el 9 de septiembre del año 1932 hasta el 12 de junio de 1935, por el control del Chaco Boreal. Fue la guerra más importante en Sudamérica durante el siglo XX. En los 3 años de duración, Bolivia movilizó 250 000 soldados y Paraguay 120 000, que se enfrentaron en combates en los que hubo gran cantidad de bajas (60 000 bolivianos y 30 000 paraguayos), gran cantidad de heridos, mutilados y desaparecidos. Los distintos tipos de enfermedades tanto físicas como psicológicas, la característica hostil del teatro de operaciones y la falta de agua y buena alimentación produjeron el mayor porcentaje de bajas y afectaron la salud de los soldados sobrevivientes, a muchos de por vida. El enfrentamiento consumió ingentes recursos económicos de ambos países, de por sí muy pobres. El cese de las hostilidades se acordó el 12 de junio de 1935. Bajo la presión de los Estados Unidos, por un tratado secreto firmado el 9 de julio de 1938, el Paraguay cedió 110 000 km² ocupados por su ejército al cese de las hostilidades.1 El tratado de Paz, Amistad y Límites se firmó el 21 de julio de 1938 y el 27 de abril de 2009 se estableció el acuerdo de límites definitivo. La zona en litigio quedó dividida en una cuarta parte bajo soberanía boliviana y tres cuartas partes bajo soberanía paraguaya. Fuente: Wikipedia, enciclopedia libre.-

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